Ser abuela: amar en tercera persona

Extraña petición que me hace alguien muy querido y a quien nada puedo negar, así que aquí estoy ante mi laptop tratando de poner en palabras un amor que nunca había puesto en un texto.

Ser abuela fue una experiencia temprana para mí, cuando a los 47 años nacen mis dos nietos primeros. Mis nietos ¨morochos¨ impactaron doblemente mi encuentro con otra dimensión del amor.

Una niña y un niño entraron para siempre en mi vida, y mirarlos me hacía pensar que algo había cambiado de manera absoluta para mí. Era abuela y mi hija me había dado la primera señal de que la vida era un tránsito al infinito, porque todo seguiría por senderos nuevos que se abrían con esas nuevas vidas.

Hoy soy abuela ya seis veces, y en cada uno de mis nietos hay caminos por donde yo también transito de otra manera. Explicar lo que eso significa es el reto de estas líneas.

Ser abuela es tener un amor en tercera persona. Sabes que tus nietos son tu extensión, pero al mismo tiempo los miras desde ese espacio en donde sabes que son otros quienes deben darles las herramientas esenciales para vivir. Tú miras desde ese lugar distante y al mismo tiempo cercano, desde tu propia experiencia, y estás ahí para el consejo que se da sólo cuando se pide. Eres espectadora de tu propia vida y de la vida que han generado tus hijos en esos seres tan queridos como los propios, pero liberada del deber ser y de la obligación de no equivocarte.

Curiosa esta reflexión que jamás hubiese hecho sobre mi papel en la vida de mis nietos, y que hoy disfruto como el inmenso regalo que mis hijos me han dado. Sí, ser abuela es volver a ser mamá, pero con la gran ventaja de que estás en libertad de amar y de ser amada sin el conflicto de si estás o no malcriando, porque ese ya no es tu problema.

Podríamos decir, usando una frase hecha, que ser abuela es un amor sin fronteras…en tercera persona.

Virginia Aponte

Busco-me

Una de las voces que me acompaña en este blog es la de la mi exalumna Mate González, quien se está estrenando en su rol de mamá. Como siempre le digo, la maternidad es renovación, renacimiento y despertar. 

Y en eso precisamente anda ella.

En medio del cataclismo que significó ser mamá de Miguel Ignacio una vez leí que el puerperio dura unos 2 años y no 40 días como algunos -locos- dicen.

Cuando leí eso me dio un patatús. Pensé:»Dios mío, 2 años de este vendaval.» Y sí. Me ha tomado más o menos 2 años adaptarme a este proceso, darme cuenta que ahora soy una nueva yo y empezar a tomar conciencia de esa búsqueda que tengo: re-conocerme.

El tiempo en el reloj de mamá es una demencia. Los días pasan lentos, iguales, entre teta, pañales, llanto, agugutata… y los meses pasan ¡volando! Más o menos 730 días de puerperio suenan a una eternidad, se viven como una eternidad pero se te van en un tris.

Ahorita, tienes al mono enganchado al pecho o cargado en el fular y mañana el enano corre, se encarama y tú te la pasas rezando para que no se malogre…

Y en el ínterin tú que no sabes ni quién eres.

Sí. Yo ahorita estoy en esa fase de perseguir al humanito que parí. A la vez que él aprende nuevas palabras me reta a escoger las mejores para presentárselas. Cada vez que se lanza a la aventura yo tengo mi propio reto: acompañarlo y muchas veces lanzarme de cabeza yo también.

Pasados estos 2 años, comienzo poco a poco a recuperar los espacios. A trabajar-me. Ya él ha ganado cierra autonomía y yo con él. Es más individuo y yo vuelvo a gozar de mi individualidad.

Me miro y estoy empezando a reconocerme porque ya las hormonas están más asentadas, porque el temblor pasó y pude limpiar los escombros iniciales.

Me pregunto cómo lo hice y me respondo con una sonrisa: teniéndome paciencia. Sí. Yo. Tuve que aprender en medio de la oscuridad a tenerme paciencia.

Paciencia para entender que no era el momento de trabajar en mis pasiones porque simplemente no me hallaba lejos de humanito. A sentirme cómoda con esa «entrega» que yo había decidido. Paciencia para esa «postergación» que yo escogí.

Paciencia para manejar mis culpas. Para encararlas sin achacarlas a nadie más…

Me tomó 730 días con sus 730 noches sus 730 madrugadas. Y ha valido la pena.

Mate González Jaime

@mategonzalezj

Voces femeninas

Como mujer sé que durante toda nuestra vida desempeñamos distintos roles, que a veces predominan y otras veces se complementan durante nuestro caminar.

Esa diversidad de mujeres que somos nos convierte en seres de una complejidad particular. Es por eso que abro un espacio en mi blog a diversas voces que nos van a contar su experiencia, sus anécdotas y visiones de vida desde los roles que tienen.

Te invito a que compartas conmigo tus vivencias femeninas. Quiero oír también tu voz. Puedes contarme por aquí o en @martinezemanuela en Instagram

A un año de mi segundo despegue

Hoy se cumple un año de haber despegado en este segundo vuelo.

Ha sido un año largo, lleno de descubrimientos, de aprendizaje y sobre todo, de auto conocimiento . También ha sido un año de pequeños logros que me han confirmado que estoy en el camino que quiero.

Mentores y nuevos aliados han llegado a mi vida con regalos insospechados. Se abren caminos y posibilidades. Todo confluye para hacer mi vuelo cada día más alto y más seguro.

Hoy leo mis primeras publicaciones y vuelvo a sentir el dolor. Sigue aquí, pero hemos aprendido a tolerarnos, él y yo, como una buena pareja. Me acompaña sin agobiarme, puedo vivir en paz junto a él y le agradezco haber sido mi mejor Maestro.

Mientras preparo con emoción el lanzamiento de mi marca personal, dejo por aquí un paseo por las estrellas, regalo de mi querido ex alumno Dorian Cartagena.

Un cisne en el pantano

Un cisne en un pantano no puede ser manchado por el lodo. Su plumaje, espeso y liso, impide que las aguas en que nada hagan contacto con el aire existente entre plumas y piel, así, el ave no se moja y conserva su calor natural. Y por si fuera poco, la cera secretada por la glándula uropigea, ubicada cerca de su cola,  posee un efecto repelente del agua que le permite permanecer acicalada y limpia. En el lago cristalino o en la sucia laguna, el cisne no perderá nunca su impoluto resplandor.

Los seres humanos, sin duda, tenemos muchas más cosas que perder que el blanco cisne. Y los venezolanos hemos perdido mucho, durante mucho tiempo. Pérdidas económicas y materiales, porque el trabajo y el esfuerzo dejaron de ser rentables y  debemos reinventarnos cada día para sobrevivir. Pérdidas físicas e íntimas, porque nuestras familias están rotas, nuestros hijos lejos, y los menos afortunados han perdido a alguien en un hospital, en una marcha, en una calle cualquiera. Pero las peores de todas nuestras pérdidas, han sido las existenciales: las metas, los ideales, a veces hasta los valores y la dignidad.

A pesar de todo, ¿podemos ser como el cisne? ¿Podemos permanecer centrados en nuestro ser, en medio de las ruinas?   

Hay una capacidad particular en todo ser humano que nos permite transformarnos para afrontar situaciones traumáticas.

Resiliencia es la transformación positiva ante la adversidad

Huir no es resiliencia

Oposición no es resiliencia

Adaptación no es resiliencia

Resignación no es resiliencia

Resiliencia es:

Resistir, asumiendo el cambio y la nueva realidad

Rehacerse, creciendo en el dolor

Renacer, transformándonos en alguien mejor

No todos tenemos la misma capacidad de ser resilientes. Pero todos podemos aprender. Yo aprendí hace unos pocos años, y no fue fácil. Nada fácil, hasta que logré comprender el sentido de mi vida en el aquí y el ahora.

Estos diez consejos, que aprendí de Yasmin Zambrano, me ayudaron a construir resiliencia:

1.- Cultiva las relaciones con personas que te aporten energía y buen humor

2.- Mira las crisis como oportunidades, y aprovéchalas

3.- Acepta el cambio negativo, solo así sabrás dónde estás

4.- Usa la creatividad para construir metas posibles,  y enfócate en ellas

5.- Toma acciones decisivas, sé el líder de ti mismo

6.- Busca oportunidades para conocerte mejor

7.- Cultiva una visión positiva de quien eres

8.- Mantén las cosas en perspectiva

9.- Conserva la esperanza viva, confía  y concéntrate en hoy

10.- Cuida de ti y dirige la atención a tu interior. Meditar, caminar, hacer yoga u otra actividad física que disfrutes, es un plus que tu cuerpo y tu mente sabrán agradecer

En virtud de mi experiencia, agrego algo más: descubre el sentido de tu vida. ¿Cuál es tu trinchera en este planeta, en este país, en este momento de tu existencia? ¿Cuál es tu misión?

Entonces, sacude tu plumaje, acicálate, y disfruta mientras te deslizas sobre el agua, aunque no puedas ver el fondo. La resiliencia es nadar en el pantano sin mancharte, con la certeza de que vas camino al lago transparente.

Para Elisa

 

Las madres son espejos.

Desde su infinitud,  nos devuelven, sin propósito, la mirada del otro.

Esa mirada nos desnuda y nos deconstruye, nos regresa al origen.

Es una mirada temida y temerosa.

No se puede escapar de ese espejo. Nos hacemos mujeres viéndonos en él, y allí nos buscamos por oposición o por semejanza, o por ambos.

Cuando somos niñas, el espejo es solo un cristal transparente. El alma inocente apunta al ideal que proyecta esa figura inmensa de amor y misterio, y, desprovistas de todo juicio, somos en nuestra esencia.

Algunas tienen menos suerte, y a los pocos años el cristal se mancha, tal vez se quiebra, y  deja una imagen difusa, rota en mil pedazos. Algunas pasan la vida tratando de rearmarse.

Pero de cualquier forma, en nuestra adolescencia, el espejo aparece en todo su esplendor. La imagen que nos devuelve no suele gustarnos. En ella descubrimos  el defecto y la virtud, la fortaleza y el miedo, la generosidad y el egoísmo, el amor y el odio, el acierto y el error. Son ellas y somos nosotras. A la vez y distintas. Como una sola. Y ahora sí, la semejanza o la distancia, empiezan a construir la base sobre la que se asienta nuestra adultez. Estamos marcadas por ese espejo que son ellas, cuyo vientre habitamos por nueve meses.

Debieron pasar muchos años para que yo aceptara mirar mi reflejo sin temor a la sombra. Porque aunque yo amaba inmensamente a mi madre, crecí por oposición a todo lo que ella proyectaba. Ella era frágil y yo era fuerte. Ella era temerosa y yo valiente. Ella era dependiente y yo era libre. Ella era familiar y yo solitaria. Ella hablaba, yo callaba.

Solo en mi etapa más adulta y después que su alma pasó a otro plano, comprendí  todo lo que de ella había en mí. Y todo lo que de mí hubo en ella.

Yo no tengo hijas, y no puedo hablar desde esa experiencia. Pero a mi alrededor he visto a  muchas jóvenes fracasar en su vida profesional y personal, por el temor a enfrentar la sombra, escondida en sus madres.

Hay que aprender a mirarnos sin temer.

Yo encontré a mi madre y me encontré en ella. En su miedo, en su fragilidad, en su dependencia, en su palabra. Y reconociendo el pasado, en ella descubrí mi valentía, mi fuerza, mi libertad, mi soledad y mi silencio.

Desde aquí, porque sé que está cerca, le doy gracias por haber sido todo lo que soy, de un modo distinto. Del único modo que podía. Del único modo que sabía.

Sigo mirándome de cerca en ese espejo, y allí la RE-CONOZCO

 

El Árbol Mágico

Hace unos meses decidí enfocarme en conocer más de mí.

De mis lecturas de Campbell y Vogler, las clases de guionismo y los recorridos por la literatura y el cine, aprendí que la vida es un viaje: comienza con un llamado a la aventura, rechazamos el llamado, pero más tarde o más temprano, estamos obligados a escucharlo. Hay que romper con el mundo ordinario y comenzar a atravesar umbrales, custodiados por terribles guardianes. Solo cuando entramos en la cueva más profunda y enfrentamos nuestra sombra, podemos alcanzar la meta, el propósito. Entonces, redimidos, logramos renacer y hacernos con el premio de nuestra verdadera esencia. Este proceso es conocido en la literatura y el cine como “el viaje del héroe”. Todos hacemos ese viaje, una y otra vez, a lo largo de nuestra vida. Pero en esta segunda mitad, tengo la madurez para hacerlo de manera consciente.
En este proceso de búsqueda, descubrí el poder que se esconde en la genealogía. Ser emigrante me hizo ahondar en mis raíces. El destierro te mueve el piso, te arranca del suelo y te lanza al viento sin norte. Flotas como una rama perdida, desprendida del árbol del cual eres parte. Pierdes la familia extendida. Pierdes el lugar donde descansan tus muertos. Cruzas el umbral. Pero no siempre logras dejar de mirar atrás. Yo no lo logré. Pasaron muchos años y crucé muchos umbrales, para poder darme cuenta del tesoro escondido en mi árbol.

LA FAMILIA ES UN ÁRBOL MÁGICO EN EL INTERIOR DE CADA UNO”
                                                                                    Alejandro Jodorowsky

Desde muy pequeños, nos enseñan la historia de nuestra cultura y nuestro país, sin embargo, resulta muy curioso que no prestemos ninguna atención a nuestra historia familiar. Lo que conocemos sobre nuestras familias es lo que escuchamos y observamos en los adultos que acompañan nuestra infancia. Algunos tenemos el privilegio de conocer a nuestros cuatro abuelos, unos pocos a algún bisabuelo, pero generalmente no sabemos mucho acerca de sus vidas y sus orígenes antes de que nosotros viniéramos al mundo. Yo me propuse armar mi árbol genealógico, y con ayuda de algunos mentores, lo logré lo mejor que pude.

“AUNQUE NO SABES QUE ES LO QUE BUSCAS, LO QUE TU BUSCAS TE BUSCA”
                                                                         Alejandro Jodorowsky

Descubrir ese árbol trajo gratificaciones inesperadas, y también respuestas largamente esperadas.
No sé si la búsqueda del árbol me llevó a las respuestas, o si la búsqueda de respuestas me llevó al árbol. Solo sé que la conciencia de mi genealogía me ha regalado un viaje mágico a mi ser espiritual.

“LA CURACIÓN LLEGA CUANDO NUESTRA HISTORIA ENCUENTRA UN SENTIDO “
                                                               Alejandro Jodorowsky

He aquí un breve resumen de lo que descubrí:

Desde sus inicios, el psicoanálisis afirmaba que la vida psíquica de cualquier individuo se sostenía en la relación de éste con su familia, en especial con los padres. Para Freud, el carácter de los vínculos entre padres e hijos en la primera infancia, eran determinantes para su personalidad adulta.
Posteriormente, Jung expuso la existencia de lo que llamó inconsciente colectivo. Él mismo estudió a fondo su propio árbol genealógico.
En el presente, la psicología sistémica y la herramienta de las constelaciones familiares constituyen corrientes ampliamente conocidas y utilizadas en la psicoterapia familiar. Alejandro Jodorowsky acuña el término “psicogenealogía” para definir el estudio del árbol genealógico como vía de conocimiento y sanación. Pareciera haberse descubierto un tesoro de conocimientos en nuestro árbol, y creo que hoy pocos ponen en duda la influencia de la familia en la psique y en el modo de actuar en el mundo de cada individuo

Si has llegado hasta este punto te estarás preguntando: ¿Cuál es el motivo por el que puede resultar interesante conocer nuestra genealogía? ¿Se puede acaso cambiar el pasado?

Definitivamente, no. Es imposible elegir otros padres u otros abuelos, reconstruir nuestra infancia o nuestra adolescencia. Pero sí es posible cambiar nuestra forma de mirarlos.
La genealogía nos ayuda a entender la naturaleza de nuestras relaciones y descubrir las fuerzas creadoras que nuestra familia entraña. Nos desvela las dinámicas que conllevan identificaciones e implicaciones de una generación a la siguiente y que dificultan nuestra vida.

Cuando venimos al mundo ya somos parte de una familia y nos sumamos a su conciencia colectiva. Pertenecemos, por lazos sanguíneos, a un grupo familiar. Sin embargo, es la lealtad la que nos convierte en familia. Y en nombre de esa lealtad, que no es más que el sentido de pertenencia al clan, repetimos conductas, enfermedades y sufrimientos. Somos capaces de traicionarnos a nosotros mismos por quedarnos apegados fielmente a contratos inconscientes.

Los condicionamientos emocionales y de conducta grabados por nuestro linaje en nuestro inconsciente personal, el yo más desconocido y misterioso, determinan nuestra postura frente a la vida y conducen nuestros actos irremediablemente a repeticiones de patrones dolorosos en distintos ámbitos personales, de los que difícilmente podemos escapar. El análisis psicogenealógico de nuestro propio árbol, nos devela las causas originales que desencadenaron esos patrones. Su visión y comprensión ya de por si resultan sanadoras, pero podemos dar un paso más hacia la superación de esas hirientes rutinas que nos privan de vivir en plenitud y conciencia.
Sanamos el árbol con la reconciliación y la aceptación. Realizando lo que somos auténticamente. Ejerciendo nuestro destino personal. Echando luz sobre nuestras raíces

La luz sobre mis raíces ha traído luz sobre mi vida. Aprendo a mirar al pasado con la absoluta certeza de que no pudo ser de otra forma. Me reconcilio con mi niña triste, con mi adolescente herida. Agradezco mi vida, tal y como fue. Doy gracias, sin culpas ni reclamos, a mis padres, a mis abuelos, y a ese ejército de ángeles que son mis ancestros. Con ellos a mis espaldas, el viaje se hace más ligero.

Como alma que lleva el diablo

Lo que voy a contar hoy no tiene mucho que ver con el propósito de este blog, sin embargo, después de que lean esta crónica, se darán cuenta, como yo, de lo poco que nos conectamos con nosotros mismos. De que resulta imposible mirar al otro, sin previamente, habernos mirado.

Hoy se cumplen 11 meses de la partida de mi esposo, y quizás por eso, estaba particularmente sensible. O  quizás porque el evangelio de hoy era ese texto tan bonito de San Marcos que incluye la frase: “Más fácil entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el Reino de los Cielos”. O tal vez porque el sacerdote, al inicio y al final de la misa,  encomendó en sus oraciones a Gregory, un jovencito de la Parroquia, quien había sufrido un grave accidente e iba a ser intervenido el próximo miércoles. Quizás fue un poco de todo eso.

Salí de la misa con cierta sensación de paz, caminando despacio entre la gente que corría  “como alma que lleva el diablo” para evitar la cola del estacionamiento. Afuera,  un señor delgado de unos cincuenta años, con rostro desesperado y una carpeta en la mano, buscaba la atención de la gente mientras anunciaba con voz entrecortada: “Yo soy el padre de Gregory, por quien el Padre les pidió que oraran”.  El señor, quien con toda certeza era la primera vez que hacía algo como eso, mostraba con vergüenza una factura guardada en una carpeta en la que se podía leer el monto total de la operación de su hijo. Me acerqué un poco, y le escuché decir en un tono más bajo: “Este es el costo de su operación y no tenemos completo el dinero para cubrirlo”. Mientras repetía aquellas palabras, yo me preguntaba si era que la gente no escuchaba lo que yo escuchaba, y no veía lo que yo veía.

Miré con estupor cómo dos señoras, sin apenas detenerse, le entregaban un par de billetes de baja denominación, como si aquel desesperado padre estuviera pidiendo limosna. También pasaron veloces las dos mujeres que conversaban a mi lado durante la misa, y recordé sus bolsos de marca, colgando del banco.

¿Indolencia? ¿Indiferencia? ¿Cansancio, tal vez?  No pude contener las lágrimas. Me resultaba trágica la vergüenza de aquel señor, intentando ser notado por un público ciego y sordo, ensimismado en el único interés de su propia supervivencia.

Los que conocemos un poco  el Evangelio, sabemos que el texto de San Marcos no dice que ser rico es malo. Lo malo es el apego a la riqueza, la incapacidad de buscar la trascendencia y el sentido, más allá de las posesiones materiales. Y sí,  todos tenemos problemas, carencias y necesidades propias, pero ¿la vida es solo eso? ¡Nadie había entendido una sola palabra de la homilía! ¿Acaso la fe y la búsqueda espiritual no implican el compromiso con una causa más grande que uno mismo? ¿Con el prójimo, por ejemplo?

Con aquella sensación que produce el sentir que eres ajeno al mundo, me acerqué a aquel hombre triste,  le puse la mano sobre el hombro, y le pregunté cómo lo podía ayudar. Sacó un papelito donde había copiado el número de cuenta bancaria de su esposa, me miró a los ojos y me dijo “El Padre me dijo que me encontraría con un angelito”.  Le dije “Tenga fe, todo va a estar bien”.

No creo que haya que ser ángel para tener empatía con un ser humano que sufre

No creo que el amor pueda reducirse a una limosna entregada con mirada esquiva

No creo en la vida espiritual de quienes  ignoran el principal carisma de su fe

No creo que valga la pena sobrevivir, solo para no morir

No creo en la vida sin sentido

No creo en la vida sin trascendencia

No creo en pasar por el mundo “como alma que lleva el diablo”

Cuando llegué a casa desmoronada, le conté a mi hijo lo que acababa de pasar. “La sociedad está jodida, ma. Especialmente la venezolana. ¿De qué te asombras?”

¿De qué me asombro?

Hoy se cumplen 11 meses de la partida de mi esposo, y quizás por eso estaba particularmente sensible. O  quizás porque el evangelio de hoy era ese texto tan bonito de San Marcos que incluye la frase: “Más fácil entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el Reino de los Cielos”. O tal vez porque el sacerdote, al inicio y al final de la misa,  encomendó en sus oraciones a Gregory, un jovencito de la Parroquia, quien había sufrido un grave accidente e iba a ser intervenido el próximo miércoles. Quizás fue un poco de todo eso.

Si alguien quiere donar para los gastos médicos de Gregory, aquí los datos:

Banco Banesco

0134-0946-34-0001164153

CI: V-9.410.582

Tlf: 0424.151.21.38

Taller: El relato de mi vida: descubriendo a mi héroe interior

Este mes de octubre estaré dictando el taller «El relato de mi vida: descubriendo a mi héroe interior».

En medio de esta vorágine que vivimos, muchas veces estamos saturados de información que nos desconecta de nosotros mismos. Es allí donde el relato nos permite a través de la historia y los personajes viajar hacia nuestro propio encuentro.

Este taller de dos jueves te permitirá crear el mapa, descubrir puntos de giro en tu historia, conocer tus ancestros, amores, parejas, amigos…

Y mirarte a ti mismo para descubrir qué tipo de héroes eres… ¿Te apuntas? ¡Viajemos juntos!

Coordenadas: jueves 11 y jueves 18/10.
9 a 1 pm
Lugar: Qta Los Duendes (a media cuadra del consulado de Cuba) Chuao
Reservaciones y más info: 0414.129.84.75 (mensaje y whatsapp)

 

Presentación:

Somos parte de un mundo saturado de información que viaja a toda velocidad.

Atendemos poco, entendemos menos. La emoción parece más importante que la razón.

Las sensaciones lucen más interesantes que los datos.

Y solo a través de la forma logramos captar el contenido.

En este contexto, el relato aparece como un recurso de inmenso valor,
al permitirnos, a través del personaje y la narración, recuperar la empatía,
permear las barreras de la incredulidad y rescatar los afectos perdidos.
Este taller busca revelar un valor adicional del relato: viajar hacia nuestro propio encuentro.

El presente curso está destinado a hacer un viaje hacia nuestro pasado a través de la memoria.

Momentos, fotografías, objetos y lugares, rostros desdibujados y nombres que cuesta recordar, serán la fuente para la construcción de nuestra vida como relato.

Es la memoria la que fungirá de fuente para la reconstrucción de personajes y acontecimientos que puedan dar lugar a un buen relato, pero a la vez, la memoria nos llevará de la mano en un recorrido interior, que nos permitirá descubrir el poder sanador de la escritura.

La historia de mi vida: La creación del mapa o línea del tiempo.
El descubrimiento de los puntos de giro de mi historia.
Los personajes: Conociendo a tus ancestros. Reconstruyendo nombres,
rostros y circunstancias. Amores, parejas y amigos.

“El viaje del héroe” o la teoría del relato: Los arquetipos junguianos y la memoria colectiva.
Todos somos héroes. Héroes y mitos. El héroe o la necesidad de salvación.
Salvador, víctima y victimario. Cambios de rol. ¿Qué tipo de héroe eres tú?

Dirige: Elisa Martínez Licenciada en Comunicación Social (UCAB). Máster en Educación (Universidad de Wisconsin) Doctora en Letras (UCAB). Investigadora de la Universidad de Harvard. Maestra en Psicología Positiva. Fue Directora de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB. Actualmente Jefe del Departamento de Artes Audiovisuales. Asesora estudiantil. Consultora y editora de guiones. Profesora de Storytelling para diversas plataformas, de Narrativa y escritura de guión argumental, entre otras.

Coordina: Astrid Kassert, Directora del Instituto Asgard de Formación Sistémica

Duración: Este taller está planificado para ser dictado en 2 sesiones de cuatro (4) horas c/sesión
Requisitos: Disfrutar la escritura sin temor al viaje

El mundo a tus pies

 Tengo 23 años. Con toga y birrete, estrenando vestido y zapatos muy altos, desfilo oronda por el escenario de aquel antiguo auditorio de la universidad. Mis padres están allí, orgullosos, mirándome como quien agradece una misión cumplida. Lo hice bien. Mi novio se fue al exterior hace tres meses. Tiene una beca y ya comenzó su posgrado.  Yo me voy en  un par de meses. Me aceptaron en ese programa de escritura que me gusta, en la misma ciudad que él. Viviremos juntos y en un par de años estaremos casados. ¿Quién lo pone en duda después de siete años de amores? El mundo está a mis pies. Tengo la mirada puesta en el horizonte.  Afuera, me espera un chico a quien acabo de conocer. Es muy sexy y me encanta. Amo a mi novio, pero necesito un compañero de baile para esta noche. Lo invité  a una fiesta con mis amigos. El aceptó.

Tengo 26 años. Estoy recién casada.  Regreso del exterior a trabajar en lo que me gusta. Quiero escribir para la televisión y para el cine. Para eso me he preparado. He recibido una oferta de trabajo tentadora en la universidad, pero no la estoy considerando. Soy dueña de mi destino y voy a cumplir mi sueño profesional. Tal vez hasta gane un Oscar

Tengo 28 años. Mi esposo y yo hemos decidido que es hora de ser padres.  Nos preparamos para eso porque ya nos hemos divertido bastante y las condiciones económicas están dadas para criar un hijo. ¡Vamos por ello! Quiero ser mamá antes de los 30.

Tengo 35 años. He estado trabajando en el campo académico, porque las oportunidades no se pueden desperdiciar y yo tuve una en un millón. La verdad, me aburre un poco,  pero el horario es genial y ahora tengo dos niños pequeños. No, no he tirado la toalla con la escritura. En un par de años aún estaré joven e iré por mis sueños.

Tengo 43 años. Han pasado cosas terribles en mi país y yo le empiezo a temer al futuro. No veo claro el porvenir de mis hijos. Ya mi familia pasó por esto en Cuba y no se va a repetir. Cancelado.  No me lo merezco. Ahora trabajo en un canal de televisión escribiendo y eso me hace feliz.

Tengo 46 años. Trabajo mucho en el canal y me queda poco tiempo para la familia, pero sé que puedo ser profesional, esposa y madre al mismo tiempo. Muchas mujeres lo hacen. ¿Por qué no yo?

Tengo 50 años. Acaban de cerrar el canal de televisión para el cual trabajo. La experiencia de Cuba vuelve a repetirse.

Tengo 52 años. He regresado a la academia y creo que finalmente he descubierto mi verdadera vocación. Empiezo a encontrar satisfacción y placer en compartir conocimientos con los más jóvenes. Creo que soy buena profesora. Todos los días aprendo algo nuevo. Estoy hecha para esto. Todo hubiera sido más fácil si lo hubiera entendido antes.

Tengo 57 años. Mis hijos son dos hombres buenos y guapos. El mayor ha decidido irse a España porque se quedó sin trabajo. Aprovechará para hacer un posgrado. Creemos que es lo mejor en esta situación país.

Tengo 59 años. Mi hijo menor se ha comprometido con su novia, a quien amamos. No podemos estar más felices. En poco tiempo los chicos se habrán ido y mi esposo y yo volveremos a estar solos, como en el comienzo. A pesar de tanto, nos seguimos amando. Podremos viajar y tal vez hasta mudarnos de país…tal vez hasta dejemos de pelear tanto por estupideces

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Tengo 24 años. Terminé con mi novio de siete años  y me casé con aquel moreno sexy que me esperaba en la puerta del auditorio el día de la graduación.

Tengo 27 años. Me ofrecieron un cargo excelente en la universidad. Lo acepté.

Tengo 29 años. No logré ser madre antes de los 30.

Tengo 36 años. Escribí muchos cuentos y poemas mientras llegaba el día en que me dedicaría a ser guionista.

Tengo 44 años. Ganó Chávez. Tengo miedo. Me concentro en mi trabajo como escritora en ese canal de televisión.

Tengo 46 años. Mi matrimonio casi se fue a la mierda junto con el país.

Tengo 51 años. Me quedé sin trabajo.

Tengo 53 años. Regresé a la docencia y encontré una vocación que desconocía.

Tengo 58 años. Mi primogénito partió a buscar un mejor destino. El nido comenzó a quedar vacío.

Tengo 60 años. Mi esposo se convirtió en mi ángel.

¿Y tú? ¿Aun crees que controlas tu vida?

En vez de planes, crea opciones

En vez de mapas, usa la brújula

En vez de metas, construye senderos

El mundo estará a tus pies mientras seas capaz de usarlos para recorrer nuevos caminos