EL PODER DE LA PLUMA

El poder que me ha regalado el acto de escribir, es invaluable.

Desde muy pequeña y habiendo sido una niña introvertida, acompañarme de un papel y un lápiz constituía un acto de resiliencia. Mientras los niños de mi edad rompían la piñata, yo prefería estar sentada jugando con una servilleta, y aunque para entonces no sabía escribir, en mi imaginación ya se levantaba un universo paralelo que me trasportaba a otro lugar más placentero. Descubrir la escritura para mí fue una revelación. En el colegio era siempre la mejor cuando se trataba de escribir cuentos y composiciones. Castellano era mi asignatura favorita.  En mi adolescencia, esa situación no cambió mucho. No fui la chica divertida con quien se hace grupo para ir a una fiesta, sino más bien la amiga tranquila, “más madura”, estudiosa y responsable, que las chicas buscaban cuando necesitaban llorar la traición del primer amor o estudiar la materia raspada que había que pasar para evitar el temido examen de reparación. En mi particular aislamiento, encontré refugio en los diarios. Durante esa primera etapa de adolescencia que pasé en Cuba, era imposible pensar en la existencia de uno de esos preciosos diarios con candaditos y llaves minúsculas que conocí al llegar al capitalismo. Entonces usaba un cuaderno sencillo, lo forraba con la cartulina que hubiera y lo decoraba con lápices de colores.

Así fueron mis primeros diarios. Creo que escribí cuatro o cinco. Los quemé todos, menos uno. Hace pocos años, en un viaje a La Habana, mi prima, quien había quedado como custodia del último de esos diarios, el que escribí el año en que emigré, me lo entregó. Releerlo fue una experiencia dolorosa y a la vez sanadora. Redescubrir quien era yo en aquel momento, comprender cómo enfrenté los acontecimientos dolorosos que me sobrepasaron y cómo esa experiencia me hizo cambiar hasta el punto de no reconocerme en cosas que estaban allí escritas, me hizo comprender que escribirse a uno mismo es un acto salvador. Recorrer la vida a partir de esas huellas dejadas en papeles aquí y allá, es una manera de reconstruir fielmente los hechos, sin ser traicionados por los devaneos de la memoria.

Nunca dejé de escribir, aunque ese trabajo personal, con el devenir de los años y los reclamos de la vida cotidiana, fue quedando al margen. A veces no nos damos permiso para recorrernos porque nos aterra lo que podemos encontrar. A mí me pasó así. Pero cuando hace tres años la vida me dio un golpe bajo , en el apogeo del dolor le dije a mis hijos: “necesito ayuda para hacer un blog”. Así nació elsegundovuelo.com y allí empecé a recorrer un pedazo completamente nuevo de mi existencia. En ese blog están mis primeros artículos escritos desde la oscuridad de la tristeza, y luego siguieron otros que dejaban testimonio del viaje de mi vida, en la certeza de que al recorrerlo de nuevo, era posible reconocerme en mi vulnerabilidad, pero también en mi fuerza.

En la vida profesional, como profesora de guion, también tomé conciencia de que había una narración personal oculta dentro de cada historia que mis alumnos contaban. Estaba el viaje de un personaje que era el protagonista de sus historias, pero también de fondo, escondido o disimulado, transcurría un viaje personal. Hacerme consciente de esto que de algún modo yo ya sabía, me hizo ver mi labor docente desde un nuevo punto de vista. Desarrollar mi intuición para aprender a leer el dolor y la alegría del personaje oculto se convirtió en el objetivo de mis clases, y desde esa posición, encontré un sentido mayor a mi trabajo. Entonces me di a la tarea de aprender nuevas herramientas de apoyo para poder acompañar, de algún modo, la fragilidad de aquellos personajes en sombra.

De esa alquimia que se produjo entre mis vivencias, mi profesión y mis aprendizajes, nació el primer taller de escritura terapéutica. Creo que es muy poco lo que debo agregar para explicar de qué se trata. La escritura terapéutica no es otra cosa que mirar, reconocer y reencuadrar el storytelling personal, entendido como viaje hacia nuestro propio encuentro. Es sacarte la vida de la memoria para ponerla sobre el papel, mirarla desde afuera, y desde allí, colocarle un nuevo marco. El relato de vida nos conduce a  descubrir fortalezas y valores, ignorados u olvidados, para identificar aquello que nos hace  únicos. Un auténtico storytelling nos regala la llave de nuestra conciencia, pero también de nuestro verdadero poder para alcanzar, desde quienes somos y lo que tenemos para ofrecer al mundo, nuevas  posibilidades para reinventarnos.