La pita, los tacos y la trampa

Para la despedida del mejor plan vacacional que una niña haya podido tener al comando de su abuela, ésta, en lugar de haber amanecido con pañuelo en mano secándose las lágrimas y un rosario rogando que no se cayera el avión de regreso, se despertó con el plan de pasar el mejor día de su vida y dejar que la niña hiciera lo que quisiera complaciéndola en todo.

Le dijo  -ponte el traje de baño y échate protector que yo empaco-.

En un solo morral metió dos toallas, el cepillo, el shampoo y enjuague, la cartera con la plata para la merienda, la ropa para cambiarse y el par de goggles (lentes para nadar).

Se puso el traje de baño más bonito que había comprado y que resaltaba su color de piel morena, que por fin había recuperado después de haberse convertido casi en una mujer blanca por los helados inviernos del norte y bajó casi de dos en dos las escaleras.

Se fueron.

Llegaron y como par de seres sedientes de piscina se zambulleron. La señora quería este último día estar bien segura de que la niña había aprendido a bucear muy bien.

Acto seguido, la muchachita comenzó a lanzar unos juguetes especiales para ello, que se hundían hasta tocar fondo y entonces ambas se zambullían a ver quien los agarraba primero.

La abuela enseguida se dio cuenta de que jamás le ganaría a la nieta, era demasiado rápida debajo del agua y entonces, para ganarle aunque fuera una sola vez,  cuando estaban tratando de agarrar el juguete, la empujó para atrás y lo atrapó ella, la abuela.

A la niña le pareció increíblemente bueno que se pudiera hacer trampa y a raíz de allí la niña halaba a la abuela por las tiras del traje de baño sin ninguna compasión, tanto, que la pobre mujer se tenía que poner el traje de baño prácticamente de nuevo, ahogándose sentada en el fondo de la piscina.

Así pasaron la primera parte del mejor día de sus vidas. Entonces la abue le dijo que ella sugiriera adónde y qué quería comer porque era el día de la despedida, a lo que la niña respondió encantada que ella sabía perfectamente.

La niña se convirtió en la voz del GPS: make a right, make a left, make an U turn?, make a right, ¡Here abuela!  (Cruza a la derecha, a la izquierda, dale la vuelta en U, cruza a la derecha, ¡Aquí abuela!)

Se estacionaron, se tomaron muchas fotos y se fueron al restaurante que había apuntado la niña.

  • Pero mi amor- dijo la abuela-, -este restaurante no es de tacos como tú quieres, es de pitas-
  • No abue, es de tacos, nosotros le decimos tacos-.

Se comieron las pitas más sabrosas del mundo porque uno las hace, pero al final la abuela meditó que no podía dejar a la niña con el concepto erróneo  de que a las pitas se les podía decir tacos también.

Y le dijo, -mi amor, las pitas son el pan de la comida árabe, mientras que los tacos son de México, estas son pitas.

Pero para mí y mis juguetes son tacos.

Y asunto concluido, cada quien se fue para su casa y será para el próximo verano que se aclararán las cosas.

Mientras tanto la señora se hizo la Musiúa.

Marinés Lares