El mundo a tus pies

 Tengo 23 años. Con toga y birrete, estrenando vestido y zapatos muy altos, desfilo oronda por el escenario de aquel antiguo auditorio de la universidad. Mis padres están allí, orgullosos, mirándome como quien agradece una misión cumplida. Lo hice bien. Mi novio se fue al exterior hace tres meses. Tiene una beca y ya comenzó su posgrado.  Yo me voy en  un par de meses. Me aceptaron en ese programa de escritura que me gusta, en la misma ciudad que él. Viviremos juntos y en un par de años estaremos casados. ¿Quién lo pone en duda después de siete años de amores? El mundo está a mis pies. Tengo la mirada puesta en el horizonte.  Afuera, me espera un chico a quien acabo de conocer. Es muy sexy y me encanta. Amo a mi novio, pero necesito un compañero de baile para esta noche. Lo invité  a una fiesta con mis amigos. El aceptó.

Tengo 26 años. Estoy recién casada.  Regreso del exterior a trabajar en lo que me gusta. Quiero escribir para la televisión y para el cine. Para eso me he preparado. He recibido una oferta de trabajo tentadora en la universidad, pero no la estoy considerando. Soy dueña de mi destino y voy a cumplir mi sueño profesional. Tal vez hasta gane un Oscar

Tengo 28 años. Mi esposo y yo hemos decidido que es hora de ser padres.  Nos preparamos para eso porque ya nos hemos divertido bastante y las condiciones económicas están dadas para criar un hijo. ¡Vamos por ello! Quiero ser mamá antes de los 30.

Tengo 35 años. He estado trabajando en el campo académico, porque las oportunidades no se pueden desperdiciar y yo tuve una en un millón. La verdad, me aburre un poco,  pero el horario es genial y ahora tengo dos niños pequeños. No, no he tirado la toalla con la escritura. En un par de años aún estaré joven e iré por mis sueños.

Tengo 43 años. Han pasado cosas terribles en mi país y yo le empiezo a temer al futuro. No veo claro el porvenir de mis hijos. Ya mi familia pasó por esto en Cuba y no se va a repetir. Cancelado.  No me lo merezco. Ahora trabajo en un canal de televisión escribiendo y eso me hace feliz.

Tengo 46 años. Trabajo mucho en el canal y me queda poco tiempo para la familia, pero sé que puedo ser profesional, esposa y madre al mismo tiempo. Muchas mujeres lo hacen. ¿Por qué no yo?

Tengo 50 años. Acaban de cerrar el canal de televisión para el cual trabajo. La experiencia de Cuba vuelve a repetirse.

Tengo 52 años. He regresado a la academia y creo que finalmente he descubierto mi verdadera vocación. Empiezo a encontrar satisfacción y placer en compartir conocimientos con los más jóvenes. Creo que soy buena profesora. Todos los días aprendo algo nuevo. Estoy hecha para esto. Todo hubiera sido más fácil si lo hubiera entendido antes.

Tengo 57 años. Mis hijos son dos hombres buenos y guapos. El mayor ha decidido irse a España porque se quedó sin trabajo. Aprovechará para hacer un posgrado. Creemos que es lo mejor en esta situación país.

Tengo 59 años. Mi hijo menor se ha comprometido con su novia, a quien amamos. No podemos estar más felices. En poco tiempo los chicos se habrán ido y mi esposo y yo volveremos a estar solos, como en el comienzo. A pesar de tanto, nos seguimos amando. Podremos viajar y tal vez hasta mudarnos de país…tal vez hasta dejemos de pelear tanto por estupideces

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Tengo 24 años. Terminé con mi novio de siete años  y me casé con aquel moreno sexy que me esperaba en la puerta del auditorio el día de la graduación.

Tengo 27 años. Me ofrecieron un cargo excelente en la universidad. Lo acepté.

Tengo 29 años. No logré ser madre antes de los 30.

Tengo 36 años. Escribí muchos cuentos y poemas mientras llegaba el día en que me dedicaría a ser guionista.

Tengo 44 años. Ganó Chávez. Tengo miedo. Me concentro en mi trabajo como escritora en ese canal de televisión.

Tengo 46 años. Mi matrimonio casi se fue a la mierda junto con el país.

Tengo 51 años. Me quedé sin trabajo.

Tengo 53 años. Regresé a la docencia y encontré una vocación que desconocía.

Tengo 58 años. Mi primogénito partió a buscar un mejor destino. El nido comenzó a quedar vacío.

Tengo 60 años. Mi esposo se convirtió en mi ángel.

¿Y tú? ¿Aun crees que controlas tu vida?

En vez de planes, crea opciones

En vez de mapas, usa la brújula

En vez de metas, construye senderos

El mundo estará a tus pies mientras seas capaz de usarlos para recorrer nuevos caminos

Locha de risa

 Mi tío Alfonso amorosamente me llamaba “locha de risa”. Nunca he encontrado referencia alguna sobre esta expresión, a pesar de que “locha” es el nombre con el que coloquialmente se denominaba en Venezuela a la moneda de 12.5 céntimos, la cual fue de amplia circulación por casi 80 años y equivalía a la octava parte de un bolívar, que es la unidad monetaria.

Por mi frecuente y contagiosa risa que me caracterizó desde muy niña, entre familiares y  amistades todos sobreentendíamos el porqué del mote de mi tío.  Ahora al recordarlo lo asocio con mi infancia, mi adolescencia, mi  primera juventud, mis años de estudiante universitaria y el vertiginoso salto a ser una “formal ejecutiva”, pero siempre siendo la misma “locha de risa”  … sólo hasta hace treinta y tantos años.

Más que un testimonio facial de una emoción momentánea, mi risa era símbolo y  espejo de mi naturaleza, de mi alegre temperamento,  de mi autoconfianza, extroversión, positivismo; en fin,  de esa felicidad que allanó mi mundo desde que vine a él. Sin embargo, cuando damos permiso en nuestro ser a la entrada del miedo, del control, de la culpa, de la tristeza, de la insatisfacción y de cualesquiera emociones negativas, la risa, que debe venir desde muy dentro, comienza a convertirse en simples muecas vacías, enquistando la manifestación espontánea de la risa, la cual por el contrario al  hacerla parte de uno mismo promueve soltar y liberar tensiones y emociones desagradables y hasta enfermizas.

En este vuelo en el que acompaño a mi querida amiga y colega Elisa, uno  de mis  primeros desafíos ha sido reencontrame con “locha de risa” e internalizarla nuevamente en mi “Yo Interior”. Que seamos una sola.  En cuanto a mí, hubo una alarma cuando leí una frase del poeta vietnamita Ho Chi Minh: “Podrás perder batallas, pero solamente al perder la risa habrás conocido la auténtica derrota”. Ese fue el comienzo. Penetrar, ver y escuchar lo que me gritaba y reclamaba mi “mujer salvaje”, esa que representa la esencia femenina instintiva que hay dentro de toda fémina y que es una fuerza poderosa llena de creatividad apasionada y de sabiduría eterna. La misma de nuestro sentido original que significa vivir una existencia natural, y en la que me vi reflejada al toparme con su arquetipo, delineado por la psicóloga junguiana Clarissa Pinkola Estés, en su libro  “Mujeres que corren con los lobos”.

Apenas estoy despegando, tomando aliento una y otra vez para insistir en elevarme cada vez más. Sí, soy solamente una iniciada pero ya convencida de que desde la conciencia y el amor, sin carreras ni atropellos, pero sí con firmeza, voy dando saltos asertivos y fortalezco el poder de mis pensamientos, emociones y decisiones. Acorde con mi fe y creencia de que Dios me trajo a este plano con libre  albedrío para ser feliz.

Al asumir actitudes afines con mi propio y original “Yo”,  me desanclo del suelo limitante e inhibidor, mientras que voy soltando emociones perversas y  me voy llenando de sensaciones agradables. En mi despertar tengo el pálpito de que renazco, con apenas algunas actitudes que he modificado; mi propia luz está comenzando a brillar y en los logros que he obtenido saboreo lo que son los estados de plenitud, de motivación, de seguridad, de placer, de gratitud, de perdón … de libertad, de risa fresca…

Aunque el tiempo apremia por el entusiasmo y por los menos años que quedan en este ciclo, tengo la convicción de que enfocándome y atreviéndome a ser y hacer, sin atropellar ni imponer, sino usando mi inteligencia emocional es absolutamente posible construir y empezar este segundo vuelo para mostrar que yo soy “Yo”, que me gusto, que me amo y por tanto tengo licencia para opinar … decidir …  para ser auténticamente esa “risa esencial” que de pronto me está haciendo sentir más liviana, creativa y vital en este camino de nóveles propósitos que me llenan el alma.

Los dejo durante un rato porque estoy dando la bienvenida a la única e inigualable “locha de risa”.

Azucena Valdivieso de Torre