Este mes se cumple el segundo aniversario de la primera publicación de mi blog.
Yo no me acordaba de eso, hasta que en la mañana de hace un par de días, Facebook me recordó la fecha. En ese momento pensé “debería escribir algo, tal vez cambiar el encabezado”. Todo quedó allí, porque gracias a Dios en esta cuarentena siempre tengo mucho que hacer. Pero esa misma noche recibí un mensaje de una queridísima ahijada, excelente fotógrafa, a quien le debo casi todas las fotos de mis publicaciones. “Madrina, iba a empezar una presentación para una propuesta y vi esta imagen en morado y me inspiré para hacerle esto. No sé por qué me vino a la mente automáticamente”.
Y sí, mi color es el morado. Mi avatar es el águila. Y es el cumpleaños de mi blog.
Esta es la imagen que Susi me regaló:
Cuando le conté que estaba justo celebrando el aniversario del blog, ella, que es una mujer inmensamente sensible y perceptiva, entendió su impulso. Y yo también. Y es que cuando empezamos a integrar nuestro inconsciente y a apreciar nuestro poder perceptivo, más allá de la razón, descubrimos la sincronicidad y empieza la magia.
Este viaje que inicié en 2018 ha sido una transición hacia una nueva mirada a la vida
Elsegundovuelo.com fue la materialización de un propósito. Y subrayo la palabra propósito, porque eso fue. No fue un sueño, no, nada que ver con un sueño, porque jamás hubiera querido, y mucho menos soñado, tener que volar un segundo vuelo con todo el peso de lo que eso significa. Yo hubiera preferido seguir volando el mismo vuelo el resto de mi vida. Pero no me tocó así.
Aunque creo que esta historia ya la he contado antes, para celebrar mi bog, hoy la vuelvo a contar.
En aquel diciembre del 2017 yo estaba hecha pedazos junto a mi familia en Madrid. Dios me ha dado siempre luz y fuerza, y ya yo había entendido que el peso de mis alas me podían precipitar al vacío, así que con la ayuda de la inspiración de mi prima que me contó sobre la gran aventura que debe recorrer el águila en la mitad de su vida para poder vivir la segunda mitad, me arranqué alas y garras y esperé, resguardada, a que volvieran a nacer.
Tenía que encontrar un propósito que diera sentido a ese pedazo de vida que me faltaba por vivir. Entonces se encendió en mi alma una especie de lamparita en medio de la oscuridad: ESCRIBE. Recordé que esa pasión estuvo en mí siempre, que desde niña escribía cuentos, poesías, en mi adultez guiones…pero luego esa pasión se fue adormeciendo para dar paso a la docencia, un trabajo mucho más sereno y acorde a la vida de mamá y esposa.
Y allí estaba yo, una tarde cualquiera, sentada en la mesita del comedor del apartamento de mi hijo Jorge en Madrid, acompañada de mi otro hijo y de mi sobrino, cuando les dije que quería tener un blog. Todos conocen mi pasión por la escritura, y gracias a su apoyo inicial, me convencí de que el blog podría ser el inicio de un nuevo propósito . Inspirado en la metáfora del águila, mi hijo Víctor, que es el creativo de la familia, propuso el nombre: el segundo vuelo. El dominio estaba libre. Mi sobri Jose, que sabe mucho de páginas web, me ayudó a dar los primeros pasos en el mundo de la tecnología y el Word Press, que hasta entonces formaban parte para mí de un mundo que no me interesaba en lo absoluto. Cuando regresé a Venezuela en marzo del 2018, dos amadas exalumnas me enseñaron interactuar con la página y a entender el uso de las imágenes y el diseño. Comencé a escribir mis primeros artículos que vieron la luz en el mes de mayo. El primero se llamó así: El ÁGUILA.
Desde allí, mi vida empezó a cambiar. Reaprendí el valor terapéutico de la escritura, y lo comprobé desde mi propia experiencia. Comencé, lentamente, a descubrir que ese primer propósito llamado elsegundovuelo.com, me conducía a otros propósitos más grandes y poderosos. Yo siempre había aprendido desde el intelecto, pero ahora eran mi espíritu y mi corazón los que necesitaban cuidado y conocimiento. Entonces se reveló el mundo mágico. Apareció un mar de sincronicidades, de encuentros con maestros y de nuevos aprendizajes que a medida que se iban integrando a mi nueva vida, me daban seguridad, fortaleza, y sí, un poco de felicidad. Y como yo no era el centro del mundo, entendí que aquellos recursos que yo estaba absorbiendo para mi propia salvación, debían tener un destino más grande. En ese momento se reveló ante mí la misión de vida, que es aún más grande que el propósito. ¿Para qué estoy aquí? Para ACOMPAÑAR a otros que han transitado experiencias similares. Para COMPARTIR desde el aprendizaje y la experiencia que han significado volver a volar desde el sótano a la cima, a pesar de que me hubiera encantado, como a casi todas las aves, continuar planeando serenamente.
Soy una mujer como todas. Si yo pude, tú también puedes.
He acompañado a varias a renovar sus alas. Si quieres, también te puedo acompañar.
¿Sabes cual es tu propósito?