Mi tío Alfonso amorosamente me llamaba “locha de risa”. Nunca he encontrado referencia alguna sobre esta expresión, a pesar de que “locha” es el nombre con el que coloquialmente se denominaba en Venezuela a la moneda de 12.5 céntimos, la cual fue de amplia circulación por casi 80 años y equivalía a la octava parte de un bolívar, que es la unidad monetaria.
Por mi frecuente y contagiosa risa que me caracterizó desde muy niña, entre familiares y amistades todos sobreentendíamos el porqué del mote de mi tío. Ahora al recordarlo lo asocio con mi infancia, mi adolescencia, mi primera juventud, mis años de estudiante universitaria y el vertiginoso salto a ser una “formal ejecutiva”, pero siempre siendo la misma “locha de risa” … sólo hasta hace treinta y tantos años.
Más que un testimonio facial de una emoción momentánea, mi risa era símbolo y espejo de mi naturaleza, de mi alegre temperamento, de mi autoconfianza, extroversión, positivismo; en fin, de esa felicidad que allanó mi mundo desde que vine a él. Sin embargo, cuando damos permiso en nuestro ser a la entrada del miedo, del control, de la culpa, de la tristeza, de la insatisfacción y de cualesquiera emociones negativas, la risa, que debe venir desde muy dentro, comienza a convertirse en simples muecas vacías, enquistando la manifestación espontánea de la risa, la cual por el contrario al hacerla parte de uno mismo promueve soltar y liberar tensiones y emociones desagradables y hasta enfermizas.
En este vuelo en el que acompaño a mi querida amiga y colega Elisa, uno de mis primeros desafíos ha sido reencontrame con “locha de risa” e internalizarla nuevamente en mi “Yo Interior”. Que seamos una sola. En cuanto a mí, hubo una alarma cuando leí una frase del poeta vietnamita Ho Chi Minh: “Podrás perder batallas, pero solamente al perder la risa habrás conocido la auténtica derrota”. Ese fue el comienzo. Penetrar, ver y escuchar lo que me gritaba y reclamaba mi “mujer salvaje”, esa que representa la esencia femenina instintiva que hay dentro de toda fémina y que es una fuerza poderosa llena de creatividad apasionada y de sabiduría eterna. La misma de nuestro sentido original que significa vivir una existencia natural, y en la que me vi reflejada al toparme con su arquetipo, delineado por la psicóloga junguiana Clarissa Pinkola Estés, en su libro “Mujeres que corren con los lobos”.
Apenas estoy despegando, tomando aliento una y otra vez para insistir en elevarme cada vez más. Sí, soy solamente una iniciada pero ya convencida de que desde la conciencia y el amor, sin carreras ni atropellos, pero sí con firmeza, voy dando saltos asertivos y fortalezco el poder de mis pensamientos, emociones y decisiones. Acorde con mi fe y creencia de que Dios me trajo a este plano con libre albedrío para ser feliz.
Al asumir actitudes afines con mi propio y original “Yo”, me desanclo del suelo limitante e inhibidor, mientras que voy soltando emociones perversas y me voy llenando de sensaciones agradables. En mi despertar tengo el pálpito de que renazco, con apenas algunas actitudes que he modificado; mi propia luz está comenzando a brillar y en los logros que he obtenido saboreo lo que son los estados de plenitud, de motivación, de seguridad, de placer, de gratitud, de perdón … de libertad, de risa fresca…
Aunque el tiempo apremia por el entusiasmo y por los menos años que quedan en este ciclo, tengo la convicción de que enfocándome y atreviéndome a ser y hacer, sin atropellar ni imponer, sino usando mi inteligencia emocional es absolutamente posible construir y empezar este segundo vuelo para mostrar que yo soy “Yo”, que me gusto, que me amo y por tanto tengo licencia para opinar … decidir … para ser auténticamente esa “risa esencial” que de pronto me está haciendo sentir más liviana, creativa y vital en este camino de nóveles propósitos que me llenan el alma.
Los dejo durante un rato porque estoy dando la bienvenida a la única e inigualable “locha de risa”.
Azucena Valdivieso de Torre