Entre las cosas que disfrutas hacer a solas, elige una y concéntrate en ella un rato cada día, hasta que se vuelva un hábito compartir contigo misma.
Reza, medita, toma un momento para conectar con Dios. Así te acercas a tu alma.
Involúcrate en un voluntariado o una obra social. Así le das sentido a tu vida.
Haz un curso en el que aprendas algo nuevo. Así nunca dejas de crecer.
Practica alguna actividad física. Así renuevas tu energía.
Y si en algún momento te alcanza la tristeza, no la rechaces, acéptala como aceptas la risa, y verás que al rato sigue su camino.
Quizás al principio te resulte difícil, pero no hay nada que la práctica y la perseverancia no puedan alcanzar.